Mascaradas
Las mascaradas en Costa Rica se consideran una
tradición. En el periodo prehispánico nuestros aborígenes fabricaban y
utilizaban las máscaras con diferentes fines. Estas se caracterizaban por tener
rasgos animales y grotescos, característicos del medio en que vivían y
relacionadas a su cultura.
Las máscaras eran utilizadas en actividades
como ritos fúnebres, donde podían ser utilizadas por quien dirigía el rito, así
como por quien había muerto. Los caciques hacían uso especial de las mascaras
como parte de sus ritos ya que consideraban que estas les daban fuerza que
obtenían de la naturaleza, creían que quien la portaba se convertía en el
personaje que la máscara representaba.
La mascarada más famosa que se ha logrado
conservar hasta el día de hoy, aunque con unos cambios es el Juego de los
Diablos, perteneciente a la comunidad Boruca.
La primera mascarada como tal nace en Cartago
durante las celebraciones en honor a la Virgen de los Ángeles en 1924.
Continuando el sentido de la burla heredado de los aborígenes, las primeras
mascaradas buscaban representar a figuras de autoridad en un plano humillante y
pintoresco.
Las mascaradas tradicionales estaban hechas de
papel maché, sin embardo hoy día se pueden encontrar otras técnicas utilizadas en
la elaboración de las mismas, es considerado como requisito que las mascaradas
sean un tanto grotescas, así mismo alberguen carácter educativo, coloridas y
caricaturescas combinadas con una vestimenta llamativa.
Los mascareros son personajes importantes de
resaltar en esta bella tradición costarricense, cada mascarada elaborada por
estos artistas es una y particular, a pesar de que puedan representar los
mismos personajes cada obra elaborada será irrepetible.
El primer mascarero costarricense del cual se
puede hacer referencia es el cartaginés Rafael Lito Valerin, artesano de
la zona quien desarrolló la primera giganta, mascara elaborada sobre un armazón
de madera para otorgarle la sensación de gran tamaño.
A él se le otorga la recuperación de la tradición
a finales del siglo XIX, en el contexto de las fiestas realizadas en La Puebla
de los Pardos, en honor a la Virgen de los Ángeles.
Poco después de este acontecimiento las
mascaradas y los talleres donde estas son elaboradas se extendieron de nuevo en
diferentes partes del territorio nacional. Actualmente sobresalen las fiestas
con mascaradas en Cartago, Tres Ríos, Escazú, Barva, San Lorenzo de San Joaquín de Flores, Aserrí, Desamparados y Palmares.
Los artesanos de hoy día manifiestan que el principal
reto al que se enfrentan es el de preservar la esencia de las verdaderas
mascaradas costarricenses, conservar las verdaderas técnicas y materiales
originales en su creación.
Complementando el gran aporte artístico y
cultural de la mascarada podemos encontrar que estas han sido objeto de
atención de varios artistas visuales desde inicios del siglo XX hasta el
presente. Entre los artistas que han volcado su mirada en las mascaradas
podemos citar a: Ezequiel Jimenes Rojas, Emilia Prieto, Manuel Cano de Castro
entre otros.
La tradición de la mascarada costarricense
está muy presente en este país centroamericano, tanto así que ha sido asignado
el 31 de octubre como el Día de la Mascarada Tradicional.
Para los costarricenses las mascaradas están
relacionadas con fiesta, fiestas populares, turnos realizados en los pueblos,
bingos e incluso uno que otro susto asociados al humor de quien las portan.
Los personajes que representan las mascaradas
son asociados a un momento agradable y divertido, causando en los más pequeños
generalmente risas y un poco de temor y en los adultos un viaje al pasado a la
etapa de la niñez.
Las mascaradas en Costa Rica generalmente
están acompañadas por música de cimarronas, bombetas, bailes y comidas
tradicionales lo que aumenta la sensación de festejo.
Entre los personajes principales que podemos
encontrar representados en las mascaradas podemos nombrar a: la giganta, el
diablo, la muerte, la cegua, la llorona, el padre sin cabeza.
Además de su efecto festivo las mascaradas
permiten expresar tradiciones antiquísimas con lo que las nuevas generaciones
pueden enriquecerse culturalmente y conocer así parte de las raíces de nuestro
país.
En diferentes centros educativos del país así
con en los diferentes cantones de Costa Rica se espera con anhelo el 31 de
octubre para celebrar junto a nuestros seres queridos la alegría que esta
tradición costarricense brinda a cada uno de sus habitantes.
NATALI SOLÍS
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