martes, 24 de marzo de 2020

Mascaradas



Mascaradas












Las mascaradas en Costa Rica se consideran una tradición. En el periodo prehispánico nuestros aborígenes fabricaban y utilizaban las máscaras con diferentes fines. Estas se caracterizaban por tener rasgos animales y grotescos, característicos del medio en que vivían y relacionadas a su cultura.

Las máscaras eran utilizadas en actividades como ritos fúnebres, donde podían ser utilizadas por quien dirigía el rito, así como por quien había muerto. Los caciques hacían uso especial de las mascaras como parte de sus ritos ya que consideraban que estas les daban fuerza que obtenían de la naturaleza, creían que quien la portaba se convertía en el personaje que la máscara representaba.


La mascarada más famosa que se ha logrado conservar hasta el día de hoy, aunque con unos cambios es el Juego de los Diablos, perteneciente a la comunidad Boruca.
La primera mascarada como tal nace en Cartago durante las celebraciones en honor a la Virgen de los Ángeles en 1924. Continuando el sentido de la burla heredado de los aborígenes, las primeras mascaradas buscaban representar a figuras de autoridad en un plano humillante y pintoresco.




Las mascaradas tradicionales estaban hechas de papel maché, sin embardo hoy día se pueden encontrar otras técnicas utilizadas en la elaboración de las mismas, es considerado como requisito que las mascaradas sean un tanto grotescas, así mismo alberguen carácter educativo, coloridas y caricaturescas combinadas con una vestimenta llamativa.


Los mascareros son personajes importantes de resaltar en esta bella tradición costarricense, cada mascarada elaborada por estos artistas es una y particular, a pesar de que puedan representar los mismos personajes cada obra elaborada será irrepetible.
El primer mascarero costarricense del cual se puede hacer referencia es el cartaginés Rafael Lito Valerin, artesano de la zona quien desarrolló la primera giganta, mascara elaborada sobre un armazón de madera para otorgarle la sensación de gran tamaño.
A él se le otorga la recuperación de la tradición a finales del siglo XIX, en el contexto de las fiestas realizadas en La Puebla de los Pardos, en honor a la Virgen de los Ángeles.





Poco después de este acontecimiento las mascaradas y los talleres donde estas son elaboradas se extendieron de nuevo en diferentes partes del territorio nacional. Actualmente sobresalen las fiestas con mascaradas en Cartago, Tres Ríos, Escazú, Barva, San Lorenzo de San Joaquín de Flores, Aserrí, Desamparados y Palmares.
Los artesanos de hoy día manifiestan que el principal reto al que se enfrentan es el de preservar la esencia de las verdaderas mascaradas costarricenses, conservar las verdaderas técnicas y materiales originales en su creación.



Complementando el gran aporte artístico y cultural de la mascarada podemos encontrar que estas han sido objeto de atención de varios artistas visuales desde inicios del siglo XX hasta el presente. Entre los artistas que han volcado su mirada en las mascaradas podemos citar a: Ezequiel Jimenes Rojas, Emilia Prieto, Manuel Cano de Castro entre otros.

La tradición de la mascarada costarricense está muy presente en este país centroamericano, tanto así que ha sido asignado el 31 de octubre como el Día de la Mascarada Tradicional.

Para los costarricenses las mascaradas están relacionadas con fiesta, fiestas populares, turnos realizados en los pueblos, bingos e incluso uno que otro susto asociados al humor de quien las portan.


Los personajes que representan las mascaradas son asociados a un momento agradable y divertido, causando en los más pequeños generalmente risas y un poco de temor y en los adultos un viaje al pasado a la etapa de la niñez.
Las mascaradas en Costa Rica generalmente están acompañadas por música de cimarronas, bombetas, bailes y comidas tradicionales lo que aumenta la sensación de festejo.

Entre los personajes principales que podemos encontrar representados en las mascaradas podemos nombrar a: la giganta, el diablo, la muerte, la cegua, la llorona, el padre sin cabeza.

Además de su efecto festivo las mascaradas permiten expresar tradiciones antiquísimas con lo que las nuevas generaciones pueden enriquecerse culturalmente y conocer así parte de las raíces de nuestro país.

En diferentes centros educativos del país así con en los diferentes cantones de Costa Rica se espera con anhelo el 31 de octubre para celebrar junto a nuestros seres queridos la alegría que esta tradición costarricense brinda a cada uno de sus habitantes.




NATALI SOLÍS 






Tipos de mascaras.


Tipos de mascaras.

Las mascaras o mantas suelen ser de colores o tintes exagerados, algunas son montadas sobre estructuras para generar mayor tamaño, poseen diversas formas caricaturescas en donde la mayoría representa a muchos personajes tradicionales de Costa Rica, animales o que tengan origen o relación afro caribeño. Tienen diferentes formas que van desde lo macabro hasta lo burlón como lo son personajes de farándula o política nacional. 
Las mascaras tradicionales indígenas son una de las más importantes representaciones en las cuales los motivos o temas se basan en animales o elementos propios de su cultura.



 Los gigantes son mascaras de gran tamaño que se suelen montar sobre una base de alambre o bambú para que se puedan ver altos, en una mascarada se considera esencial la presencia de “la giganta” que se caracteriza por sus movimientos exagerados, su pelo llamativo y adornada con aretes y pendientes, este personaje hace referencia o representación a las señoras españolas adineradas en la época colonial de Costa Rica.



 En algunas mascaradas incluyen gigantes que representan personajes de leyendas costarricenses, como la Segua, que es el espectro de una mujer con la cabeza de un caballo y es un personaje muy gustado para incluir en una mascarada.
 Otro de los personajes mas llamativos es el “Padre sin Cabeza”, generalmente es una manta de color negro a modo de indumentaria que hace recordar a un sacerdote católico pero que no tiene cabeza, lo cual lo convierte en un personaje único. 
Los cabezudos son mantas de menor tamaño que los gigantes, la pieza principal se coloca directamente sobre la cabeza del usuario, entre estos personajes destaca el diablo que está inspirado en los diablillos inteligentes y listos de los cuentos indígenas, usualmente estas mascaras suelen integrar cuernos, dientes o colmillos y lengua afuera, orejas de forma puntiagudas y una sonrisa malvada.



 Las mascaras de casco son parecidas a los cabezudos, con la diferencia que estas se elaboran con un molde de una cubeta o un globo inflado cubierto de papel periódico pegado ya con días de haberse secado, estas mascaras generalmente representan animales o leyendas costarricenses, durante las celebraciones tanto los cabezudos o las mascaras de casco pueden portar ramas, látigos o chilillos para perseguir de manera cómica a los presentes.

Los aparatos son mantudos que utilizan una estructura un poco más compleja, por ejemplo: el más representado es el toro, la cual lleva cuernos reales y es una máscara tallada de madera y utiliza en el juego de los diablitos de Boruca, en donde los diablitos representan a los indígenas de Boruca y el toro representa a los conquistadores españoles. 



Otros dos personajes muy representados sobre todo en Cartago, son el Toro Guaco, que el usuario lleva una estructura en la cintura con forma de toro y una máscara en la cabeza de modo que simula a un toro y su montador. Otra es La Copetona que representa a una señora que carga “a caballo” a su hijo.
Otros personajes que nunca faltan son la “Muerte” también llamada la Calaca, Calavera o Pelona, cuyo aspecto recuerda un cráneo humano y también  la minifalda, una mujer con un peinado elegante y un vestido intencionalmente corto, con el propósito de que lo utilice un hombre con las piernas desnudas y llenas de vellos.
 De las leyendas aparecen El Cadejo, con forma de perro negro, ojos rojos y dos cadenas alrededor del cuello y los enanos que utilizan un gran sombrero y tienen rasgos grotescos lo cual les da apariencia achatada.
Las Caretas son mascaras que cubren únicamente la cara del usuario, usualmente se suelen representar: duendes, diablos, brujas, personajes de leyenda como la Llorona o la Tulevieja y al igual que los cabezudos y las mascaras de casco suelen llevar látigos o ramas para corretear a los presentes.

En definitiva, existen gran variedad de mascaras tanto en sus diseños como en su elaboración, esto ayuda para atraer y satisfacer a los presentes a la hora de la celebración, ya que a la mayoría de las personas le gusta lo tradicional pero también lo poco común. Los tipos de mascaras son el objetivo o el centro de atención de la celebración por lo que, entre más cultura propia posea, más representados o interesados se vuelven los presentes durante la celebración.

JESÚS MATA

Boyeo y Carretas

        
Origen del Boyeo y Carretas

 La tradicional carreta de bueyes es el tipo de artesanía más famoso de Costa Rica. Desde mediados del siglo XIX, las carretas de bueyes eran utilizadas para transportar el grano de café desde el valle central de Costa Rica, en las montañas, a Puntarenas, en la costa del Pacífico. Un viaje requería de 10 a 15 días.
En muchos casos, las carretas de bueyes eran el único medio de transporte de una familia y simbolizaban su estatuto social. La tradición de pintar y engalanar las carretas comenzó a principios del siglo XX. Originalmente, cada región de Costa Rica tenía su propio diseño, lo que permitía identificar el origen del boyero por los motivos pintados en las ruedas. A principios del siglo XX, flores, rostros y paisajes en miniatura empezaron aparecer al lado de los motivos que representaban estrellas puntiagudas.


Cada carreta de bueyes se fabrica para producir su propio “canto”, un campanario único producido por un anillo del metal que golpea el cubo de la rueda cuando la carreta traquetea por los caminos. Cuando las carretas de bueyes se convirtieron en motivo de orgullo individual, se construían con mayor cuidado, seleccionando las maderas de mejor calidad para producir los mejores sonidos. Al convertirse la mayoría de las carretas en un medio de transporte antiguo, se ha reducido la demanda de carretas, y por tanto también ha disminuido en las últimas décadas el número de artesanos que dominan la técnica para fabricarlas y decorarlas.



El Boyeo
Los campesinos costarricenses, al mando de su carreta y junto a sus fieles bueyes, han ejercido el oficio del boyeo por generaciones. Un oficio aprendido desde pequeños, junto a su familia. Son los hombres, principalmente, quienes heredan la tradición del boyeo, sin embargo, las mujeres siempre han participado de la tradición y en los últimos años han asumido un liderazgo importante.

Al igual que el boyero, los bueyes desde jóvenes reciben su educación, una tarea esforzada que requiere de varios años. Aprenden a llevar la carga del yugo y la carreta, y su temperamento es modelado para recibir con sumisión las instrucciones del boyero.

Los estímulos del chuzo y las órdenes del amo, que con el diario convivir se envuelven en gestos de cariño, confianza y obediencia, facilitan la labor. El chuzo permite establecer jerarquías, pero no se utiliza para agredir al animal.
Arar el campo o hacer girar las muelas del trapiche. Transportar leña, caña dulce, maíz y otros productos. Llevar el café al puerto para intercambiarlo por sal y algunos granos. Trasladar a los enfermos, brindar el servicio de fletes o ir de paseo. Estas han sido algunas de las funciones que boyero, bueyes y carreta, han permitido en Costa Rica.
Todo este cúmulo de conocimientos y habilidades, intangibles e imperceptibles pero arraigados en la memoria, han contribuido, en alguna medida, a la definición de la identidad costarricense. La carreta ignoró obstáculos, mitigó cansancios, multiplicó empujes, abrió nuevos horizontes, pero al lado de ella también merece reconocimiento el boyero, que bajo la lluvia, barreales, nubes de polvo de día y de noche fueron la yunta perfecta, para poner los pilares de la democracia, dedicados de lleno al progreso de la patria, simbolizan la tenacidad de una nación joven.

Carreta
Desde mediados del siglo XIX, con la extensión de los cultivos de café, con terrenos en extremo pendientes y llenos de barro, durante los meses de transporte, se empezó a dar preferencia por carretas de rueda maciza, para evitar la acumulación de barro entre los radios.

La técnica de su fabricación evolucionó rápidamente, los colores y los diseños han constituido una nota peculiar del país. Durante cien años, hasta la entrada de los vehículos, las carretas pintadas fueron el eje del desenvolvimiento económico del país. La carreta costarricense se diseñó para superar las dificultades que presentaban nuestros viejos caminos como: lodazales, cuestas, curvas cerradas, duros pedregales, profundas quebradas y otros.
En 1843, Costa Rica envía un primer embarque a Inglaterra, de esta manera abre las puertas del país al mercado internacional y consolida la situación de monocultivo. Con el fortalecimiento de la actividad cafetalera, se intensifica el uso de la carreta, que pasa a ser el mejor instrumento en el esfuerzo del país por producir y exportar el grano de oro.
El camino a Puntarenas exige la multiplicación de carretas. El café y la carreta garantizaron el empeño de Costa Rica para desarrollarse y por generar riqueza pública. La edad de oro de las carretas puede ubicarse de 1850 a 1935.


La carreta fue decretada Símbolo Nacional desde el 18 de julio de 1988, durante la primera administración de Oscar Arias Sánchez el 22 de marzo de 1988, donde se reconoce en forma oficial la importancia de la carreta y destaca su papel estelar en el desarrollo de Costa Rica. El progreso nacional surge de la carreta, que llena necesidades laborales, comerciales, recreativas y religiosas de los campesinos. La carreta pintada, con sus típicos dibujos constituye un fenómeno único en la historia de América. Así como también los adornos de los costados, compuertas y ruedas, en colores vivos y brillantes, constituyen una expresión artística popular, autóctona y espontánea



DAVID GARCÍA

TRADICIÓN VIVA

TRADICIÓN VIVA

 Las mamás que acercan sus hijos a la “Minifalda” para que le pierdan el miedo, el abuelo que se pone a bailar entre los enanos, olvidándose de su artritis, y los muchachos que provocan al Pisuicas o Diablillo, son escenas que se repiten desde hace casi dos siglos en los pueblos y ciudades de Costa Rica.




En el continente americano a la llegada de los conquistadores españoles, se generalizo tras la colonización la fusión de culturas, dando brecha a la lucha de mantener tradiciones de nuestra tierra y a la nueva adaptación de las culturas del mundo.






“ABRÚ O RÓJC “ O llamado el juego de los diablitos, festividad de resistencia cultural de la lucha continua y del repudio a la conquista constituye un elemento y fortalecimiento de la identidad cultural.
Aparecen personajes principales como el “TORO “que representa al español fuerte pero ingenuo que lucha contra el “DIABLILLO “astuto, marrullero y pícaro, fiestas que reúnen teatro, danza, artesanías, comida, bebida, relato, canto y mascaradas.

El filósofo costarricense Alexis Ramírez dijo sobre esta tradición: “en nuestra tierra, hablar de los mantudos, es remontarse a un pasado que suscita la nostalgia provinciana, es volver a un poblado marginado, pero generador de tradiciones nacionales”.






Conocía usted que, en el año 1996, mediante un decreto ejecutivo se declaró el 31 de octubre Día Nacional de loas Mascaradas Costarricenses.
196 años atrás a Rafael “lito “Valerin se le ocurrió crear las mascaradas para celebrar las fiestas de la negrita en la ciudad de Cartago, “lito “en la iglesia con unas mascaras de origen española, con una de las cabezas hiso un armazón de madera y confecciono una de sus primeros personajes “LA GIGANTA “
  
Parte de la historia, como los mantudos, personajes que se cobijaban de pies con una manta de colores a la que, hacia huecos en los ojos y nariz, eran encargados de invitar a la gente y anunciar las fiestas populares y los “Parrampanes “vecinos de condición humilde que vestían ridículos disfraces y especialmente las máscaras representativas de animales quienes bailaban y correteaban entre el público, para dar inicio a las fiestas de la época colonial.

Destacan en el país las zonas de Heredia, Escazú y Cartago


















 A nivel nacional la muestra de la cultura
 en sus fiestas patrias o festejos de cada
 pueblo o comunidad, dejan grandes
 emociones, el compartir y divertirse con la familia y amigos.


 La cultura enriquecida con formas y colores
 de las mascaradas se demuestra en las actividades
 en que aparecen.


 Mascaras tradicionales indígenas, Gigantes,
 Cabezudo o Mascaras de casco,
 los aparatos y Mascaras o Caretas, son parte de la diversidad
 de esta expresión cultural




En el transcurso de cada año los pueblos en sus actividades patronales y eventos cívicos tratan de rescatar y demostrar la importancia de la cultura y sus manifestaciones. 

Actividades festivas que se remonta a las fiestas patronales de los pueblos de costa rica, tan característicos como las ventas de comida, juegos de azar, rifa, subasta de ganado y productos agrícolas, bombetas y del sonido de la cimarrona dando espacio a las mascaradas, donde perseguían a chicos y grandes con un chilillo.


Con un día nacional a su nombre las mascaradas parte de las actividades populares, carnavales, festejos. Fiestas patronales, compartiendo sus manifestaciones, manteniendo una tradición vida en la vida de los costarricenses.



ANDREY FONSECA

Las mascaradas Costarricenses.


Las mascaradas Costarricenses.

Las mascaradas son un festival que se representa cada año. Es grato, más que todo inspirador para algunos, por ejemplo, el caso de Don Jorge Corrales:


Para Jorge Corrales, oriundo de Aserrí y quien reside actualmente en Alajuela, su interés por las mascaradas surgió cuando era tan solo un niño. Entre sonrisas y nostalgia, Corrales relató: “Empecé muy joven, porque en mi pueblo, Aserrí, llevaban las mascaradas de Escazú, las creadas por don Pedro Arias, a quien considero mi maestro, pese a que nunca lo conocí. Don Pedro era quien, junto a su hijo Amado Arias, hacían las verdaderas mascaradas tradicionales costarricenses y las llevaban hasta las fiestas en Aserrí”.






Este tipo de actividades atraen a las personas a pasar tiempo en familia. Claro el hecho de participar en ellas también es algo divertido participan niños, jóvenes y adultos. En si es un tema de diversión y alegría lo cual los participantes hacen con todo amor y cariño al representar algo tan bello para su país.
Su uso como objeto ceremonial, funerario, en rituales mágicos-religiosos, agrícolas o de cacería, representaciones teatrales, festejos populares y carnavales la determina como un objeto poli funcional con una función social y manifestación universal de la cultura.

Los encargados de darle vida a este gran evento afirman que ellos no lo hacen por premios o de más si no para compartir y recibir el reconocimiento del público que es lo que más les gusta, ver a las personas divertirse con estos actos.
Hay adultos que todavía tratan de mantener esta tradición viva, de hacer las máscaras y de participar en el festival, más que todo mantener las leyendas o tradiciones vivas propias de la cultura costarricense. Lo cual esto es inspirador para algunos jóvenes ticos que también mantienen esta tradición viva, claro la mayoría de jóvenes participan en los bailes y hacer feliz al público, pero hay algunos que se sienten que su necesidad de compartir esta experiencia es creando las máscaras y tener un buen uso de estas. Esto también inspira a las personas a hacer manualidades artesanales de cada personaje que representa una leyenda del país, tanto cuadros como recuerdos.


La máscara conjuga dos atributos: arte y rito unidos al ser humano como objeto simbólico más allá de ser una mercancía u objeto meramente estético. Estas personas son las encargadas de seguir manteniendo esta tradición, los recuerdos, leyendas y la alegría en nuestro país.

NATALIE ZÚÑIGA

lunes, 23 de marzo de 2020

El Arte de la mascarada costarricense




El Arte de la Mascarada Costarricense



Las mascaras siempre han tenido un papel importante en la cultura y las tradiciones costarricenses. Se categoriza como tradición, ya que tiene raíces de la época colonial de país, hasta la actualidad. Antiguamente las confeccionaban con materiales como arcilla, madera, ramas y hojas, piedra volcánica, barro, oro, plata y cerámica. Una vez listas las coloreaban y decoraban con pigmentos naturales.




Estas las hacían con rasgos de animales y grotescas; cuernos, grandes colmillos, deformaciones, facciones de felinos, venados, murciélagos, serpientes, ranas y otros propios de su medio natural y significativos de su cultura.
Los mascareros hacen una labor artesanal en la cual se usan varios elementos, como barro, madera, papel, yeso e incluso fibra de vidrio.
Las máscaras que elaboraban los indígenas maléku y boruca son fabricadas a partir de madera de balsa, talladas a mano en alto relieve utilizando gubias. Estas representan rostros humanos con características de animales o bien, rasgos grotescos para que semejen diablos, como en el caso de las utilizadas para el juego de los diablitos. En los modelos más modernos se han agregado temas ecológicos y hasta máscaras de neón.

Técnica de los mantudos:

Para elaborar estas mascaras se consideran tres pasos esenciales para la elaboración de una mascarada tradicional: el moldeado en barro, la adición de capas de papel y el acabado final.
Lo primero que se elabora es un molde de barro esculpido a mano, el cual se deja reposar por espacio de una semana para eliminar la humedad. El barro utilizado debe amasarse previamente por espacio de cuatro horas para sacar todas las burbujas de aire. Una vez que el molde se ha secado, se empiezan a agregar tiras de papel de periódico o de saco de cemento, pegándolas por capas con una goma hecha a base de agua y harina. Cuando ya lleva quince capas, se retira el molde de barro.

Una vez que está lista la máscara de papel, se agrega una estructura metálica externa hecha de varilla de hierro, la cual debe seguir el contorno de la figura y dejar algunas previstas para colocar una estructura interna hecha de varilla que es la que sustenta la escultura. Después, se deben seguir agregando capas de papel hasta borrar los contornos externos de la varilla y darle el acabado. Algunas de estas máscaras llegan a tener hasta noventa capas de papel. Finalizado el proceso de escultura, se le agrega la pintura, el armazón, el vestido, etc.


Técnica de arcilla:




El proceso de elaboración de máscaras con la técnica de arcilla estimula el trabajo manual, que sin duda desarrolla habilidades y destrezas motoras, y permite la expresión creativa. Asimismo, y como lo hemos comprobado en los talleres- construye un bello espacio de convivencia e intercambio entre personas de múltiples edades y afinidades: entre hijas y padres, entre abuelas y nietos, entre jóvenes y maestros, entre parejas y amistades.


La artesanía de máscaras se trabaja en familia en medio de animadas conversaciones y visitas de vecinos y amigos que, de vez en cuando, se llenan las manos de arcilla, de goma y pintura y les dan a los rostros un toque diferente.

El trabajo artesanal en la creación de las máscaras es fundamental, a cada personaje le dedican un tiempo aproximado a veinticuatro horas para su elaboración y aproximadamente tres o más días para su secado. Cada obra tiene sus diferencias su originalidad y no hay giganta, diablo, calavera o policía igual a otro, aunque provengan del mismo taller. Caricaturescos, excesivos y exagerados los personajes emocionan y hacen reír. Los tamaños, los rasgos, los colores, la forma de los ojos, narices y bocas, la mezcla de telas en los vestidos, los sombreros y los zapatos muchas veces los propios de quien se disfraza rompen la monotonía y abren puertas a la imaginación.

Es así como el encanto de la mascarada tradicional costarricense logra fusionar la realidad y la fantasía entre sus espectadores con un espectáculo que incluye cabezas gigantes sostenidas de un cuerpo alto, o estatura media, según cada personaje torpe y tambaleante, con brazos largos que se agitan de un lado al otro, que asustan y alegran los corazones de niños, jóvenes y adultos.




BRENDA SEGURA